Con el depóstio del cuadro en el MoMA se quería evitar el riesgo que podía correr tan notable y valioso conjunto en un continente inmerso en una guerra, donde apenas estaba garantizada su seguridad y conservación. En 1970, Picasso reafirmó su posición respecto al cuadro: este pertenecía al pueblo español y le sería entregado una vez recuperara las libertades que le habían sido arrebatadas.
Actuando como propietario legítimo del cuadro, Picasso aceptó la invitación de Alfred H. Barr Jr., entonces director del Museum of Modern Art de Nueva York, de dejar allí en depósito Guernica y las otras obras prestadas por el artista con motivo de la exposición Picasso: Forty Years of His Art (1939).
Sin embargo, si bien respondía a las peticiones de préstamo de Guernica –cosa que hacía generalmente desde un segundo plano y a través de Daniel-Henry Kahnweiler–, las escasas veces que Picasso se manifestó para hablar del cuadro eludió precisamente dar una explicación formal, interpretativa, simbólica o incluso política del mismo.
En 1939, Picasso depositó el Guernica y otras obras en el Museum of Modern Art de Nueva York .
Consciente de que el valor simbólico había superado su gesto pictórico, Picasso contribuyó a la indisoluble recepción política y artística de Guernica, como bien demuestra su interés en que el cuadro figurara en las exposiciones de Milán (1953), São Paulo (1953), y en la prolongada gira por distintas capitales europeas entre 1955 y 1956.
En este sentido, aceptó su reconocimiento como una pieza central del relato de la historia del arte del siglo XX que entonces establecía el Museum of Modern Art de Nueva York, relato que por museológico no dejaba de ser político. Asimismo, se negó a retirar su cuadro de esa institución a petición de grupos antibelicistas durante la guerra de Vietnam, que protestaban contra la intervención militar de Estados Unidos en el país asiático. Como también rechazó, en 1968, la solicitud del Régimen de Franco de la entrega de Guernica para el futuro Museo Español de Arte Contemporáneo.