Su expresividad y el rápido reconocimiento del cuadro como símbolo global han hecho que desde entonces su imagen, y no únicamente su presencia física, baste para ejercer su potencial artístico y, en innumerables ocasiones, político, al haber sido también reproducido en manifestaciones y reivindicaciones cívicas.
Además de las apropiaciones que han dado lugar a versiones del cuadro, Guernica ha sido replicado íntegramente como símbolo político ante muchos episodios de violencia e injusticia social, sobre todo en murales, carteles y pancartas. La imagen del cuadro, sin necesidad de referencias escritas que la acompañen, ha logrado transmitir los mensajes pacifistas y antimilitaristas
Convertido en icono político Guernica encuentra en la calle un lugar propio, donde queda reconocido todo su potencial.
Las réplicas del cuadro, sin embargo, no se limitan a los usos anónimos, espontáneos o populares sino que, ya desde la década de 1940 y en los museos, se ha optado en diversas ocasiones por utilizar una reproducción cuando su préstamo no ha sido posible o era inviable, sin por ello renunciar al lugar del cuadro en el discurso expositivo. Después de Picasso: Epochs in His Art (1941-1942), otras exposiciones también organizadas por el MoMA e itinerantes por Estados Unidos incluyeron una réplica fotográfica de la obra. Fue el caso de Studies for Guernica y A Half Century of Picasso, que recorrieron múltiples sedes entre 1952 y 1956, en las que se primaba la función pedagógica y cuya prolongada itinerancia desaconsejaba la presencia del original.
Años después, en el verano de 1975, en un contexto muy diferente como era el Berlín dividido y en plena Guerra Fría, una reproducción del cuadro se expuso en la muestra Kunst und Politik am Beispiel Guernica. Picasso und der Spanische Bürgerkrieg, organizada por la neue Gesellschaft für bildende Kunst (nGbK), una asociación políticamente de izquierdas, donde se abordaban las relaciones entre arte y política a partir del caso de Picasso y la guerra civil española. Se trataba de una modesta exposición que, aun reservándole un lugar protagonista al cuadro, por su medio y su mensaje superaba su condición aurática y su materialidad.
Por otro lado, en 1955 el taller de Jacqueline de la Baume Dürrbach, en Aubusson (Francia), recibió el encargo de Nelson A. Rockefeller de realizar un tapiz con la réplica de Guernica, tal vez su reproducción más célebre. El tapiz, entregado el año siguiente y autorizado por Picasso, llegó a Nueva York envuelto en controversia, ya que Alfred H. Barr Jr. no reconoció los colores del tapiz y temía críticas a la conservación del cuadro.
El taller ha confeccionado en total tres tapices que han trascendido su condición de réplicas para ser piezas artísticas e históricas en sí mismas y que como tales han desarrollado su propia vida.
Para la exposición Picasso: Guernica, que itineró en varias ciudades de Japón en 1962, y ante la imposibilidad de llevar el cuadro original, Rockefeller prestó su tapiz a los organizadores, que apelaban a la empatía del pueblo japonés con el lienzo por el sufrimiento causado por las todavía recientes bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki. Una vez más, bastaba la imagen de Guernica para recordar la violencia de la guerra. Donado por Nelson A. Rockefeller, su tapiz se encuentra actualmente en la entrada de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Respecto a los otros dos tapices, uno se encuentra en el Musée Unterlinden de Colmar (Francia), y fue tejido en 1976; y el otro en el Museum of Modern Art, Gunma (Japón), realizado en 1985.